Entre la mediocridad y el genio no
existen fronteras. De allí el Hastío
Andrés Mariño Palacio
existen fronteras. De allí el Hastío
Andrés Mariño Palacio
El lector se detiene ante la desnudez orgásmica de Natalia. Su figura, muy diferente a la de Abigaíl Pulgar, descose las fibras del papel y se encarna en la vida. El apacible gato, el universo esbirro que se confabula contra la tranquilidad de sus personajes. Andrés Mariño Palacio, escritor zuliano nacido en Maracaibo el 3 de noviembre de 1927, padre de dos novelas, una extensa obra ensayística y este libro de cuentos que hoy nos convoca. El Límite del Hastío reeditado en la colección “País portátil” de la editora Al Tanto, dirigida por el brazo emprendedor del ingeniero y escritor Emilcen Rivero.
Hablar de un libro de Andrés Mariño Palacio es detenerse a conversar con un antecedente irrefutable de la modernidad en las letras nacionales. Fue Andrés en sus cuatro años de vida intelectual y cordura, un renovador de la visión crítica en la nación, continuador exigente del oficio de Jesús Semprum. Asentado en Caracas, a muy corta edad inicio su producción literaria, siendo este libro publicado en el año 1946, cuando apenas contaba con 17 años. Pronto confrontaría personas como Arturo Uslar Pietri, quien despuntaba en la vanguardia con su maravilloso realismo mágico. Sería esta obra primigenia la que removería las bases de una cuentística sosa, anclada en el criollismo, herencia de Gallegos, o en las corrientes vanguardistas de la generación literaria del 28.
El Límite de Hastío, conformado por siete cuentos de buena factura, entre los cuales sobresalen piezas rebosantes de modernidad y renovación, como lo son: Abigail Pulgar, El Camarada del Atardecer y Cuatro Rostros en un Espejo. Relatos que marcan un punto y aparte en la concepción de la creación, producen ruptura y encienden la llama del grupo Contrapunto, donde hizo vida junto a figuras destacadas de las letras venezolanas, como: Héctor Mujica y Pedro Díaz Seijas.
Anota Emilcen Rivero, en su ensayo Andrés Mariño Palacio o la Batalla sin aurora: “asombra la intuición y el sentido que tenía para estar al día con la literatura que se hacia en su época, tanto local como universal”, contribuyendo así a la difusión de obras piramidales como el Ulises de James Joyce, El Lobo Estepario de Hermann Hesse ó Contrapunto de Aldous Huxley, que fueron limando el intrincado paso de nuevas literaturas a la risueña tierra de Indias que apenas despertaba sobre los laureles de la dictadura, que lentamente se libraba de los estigmas contraídos a través de las vanguardias rusas y abría su boca para desgastar la amplitud del hecho artístico, el banquete de la creación.
Estas narraciones cortas de Andrés Mariño Palacio evidencian el confluir de lecturas, la renovación filosófica, (evolución del positivismo, estudio del existencialismo), el cambio de perspectiva narrativa (la narración psicológica, psicoanalítica) evidencia firme de una conciencia estética moderna a la hora de crear.
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